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“MI APRENDIZAJE A PARTIR DE LA INTERVENCIÓN EDUCATIVA COMUNITARIA"

ESQUEMA DE ENUMERACIÓN


TÍTULO


1. INTRODUCCIÓN

1.1. Definición somera

1.2. Breve experiencia

1.3. Expectativas

2. DESARROLLO

2.1. Primer día

2.2. Altibajos

2.3. Aprendizajes obtenidos

2.3.1. Trabajo en equipo

2.3.2. Trabajar bajo presión

2.3.3. Desarrollo de empatía

2.3.4. Desarrollo de escucha activa

2.3.5. Fortalecimiento de la paciencia

2.3.6. Nuevas maneras de comunicación

2.3.7. Planificación oportuna

2.4. Último día

3. CONCLUSIONES

4. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


 

“MI APRENDIZAJE A PARTIR DE LA PRÁCTICA COMUNITARIA SOBRE LA CAPACITACIÓN PARA EL CAMBIO DE LAS PRÁCTICAS CLAVES PARA LA SALUD”


Poco antes de iniciar el segundo semestre académico de la Escuela de Estudios Generales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, me enteré que una de las actividades a realizarse en el curso de Lenguaje y Comunicación de dicho semestre era la práctica comunitaria sobre la capacitación para el cambio de las prácticas claves para la salud. Esta práctica comunitaria debía realizarse en alguna institución, ya sea un colegio, una escuela, un asilo, un grupo de la iglesia, etc., el objetivo de esta era y es, en pocas palabras, poder cambiar una práctica clave en bien de la salud del grupo intervenido y de su entorno. Para poder realizarla, se necesita un análisis de la situación, los miembros del grupo y, sobre todo, de sus prácticas cotidianas (especialmente, las que requieren un cambio). Estas prácticas se miden de acuerdo a criterios como la magnitud y la importancia, así como, la voluntad y facilidad para resolverlas. Al inicio, los integrantes de mi equipo buscamos una institución que nos abra las puertas, esta también tenía que estar cerca de nosotros, por lo que optamos por una Institución Educativa ubicada en Bellavista – Callao, a pocos minutos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde nos facilitaron realizar la práctica comunitaria en el segundo grado de primaria. Debido a lo mencionado anteriormente, y en consenso con mi equipo, optamos por EL AHORRO DEL AGUA como práctica clave a cambiar. Las expectativas que tuve fueron alentadoras, pero al mismo tiempo estuve algo nervioso porque nunca había tenido la oportunidad de realizar una intervención con niños pequeños, algo curioso, ya que mis padres fueron profesores de nivel inicial y primer grado de primaria; cada vez que realizaba un trabajo de campo, lo hacía con grupos de adolescentes y jóvenes, pero jamás con niños. Ahora, la pregunta primordial que surge es: ¿qué aprendí a partir de la práctica comunitaria sobre la capacitación para el cambio de las prácticas claves para la salud? Y la respuesta a esta interrogante es que aprendí en muchos aspectos diferentes, como a trabajar en equipo, trabajar bajo presión, desarrollar la empatía y la escucha activa, fortalecer la paciencia que tenía, comunicarme de manera eficiente, ya que eran niños pequeños, y a planificar las sesiones oportunamente. La siguiente parte del ensayo la iniciaré con una anécdota breve del primer día, posteriormente, plasmaré cómo fue que aprendí a desarrollar los aspectos mencionados y culminaré con la experiencia del último día con los niños.


Para empezar, el primer día que fuimos a realizar la práctica comunitaria, estuve algo nervioso, no sabía si los niños iban a reaccionar bien, si nos iban a prestar atención, si seríamos lo bastante claros y precisos como para dejarnos entender por ellos. Ese día, aplicamos la línea de base; es decir, un pequeño cuestionario, con el fin de medir sus conocimientos, actitudes y prácticas relacionados con el ahorro del agua. Fue mejor de lo que me había imaginado y los niños quedaron felices y con ganas de volver a vernos, algo que me impulsaba a querer hacer las cosas mucho mejor. Hay que acotar que desde el primer momento en el que pisamos el aula teníamos una sonrisa, esto transmitía confianza a los niños que, a su vez, nos la devolvían. Según Gandía (2013), “rodear al niño en un ambiente de seguridad y afecto a través de las sonrisas contribuye en su educación”.

Como siempre, los altibajos ocurren y más que todo se dieron en la organización propia del equipo, así como en adaptarnos y desarrollar un lenguaje con menos tecnicismos y más acorde con la edad de los niños a los que estábamos interviniendo. También cabe destacar que existieron momentos en los que los niños eran más hiperactivos y en los cuales nos costó un poco, al principio, pero que luego ya supimos sobrellevar y tener todo en orden.

A raíz de todo esto, aprendí muchas cosas. Una de las más resaltantes es que aprendí a trabajar en equipo, el hecho de tener niños pequeños a nuestro cargo, hizo que tengamos que estar más organizados y unidos como equipo. Personalmente, me ayudó bastante a tener en cuenta la opinión de cada uno de los integrantes, teníamos perspectivas muy diferentes y, pues, cada semana teníamos que plasmar todo y ponernos de acuerdo para actuar solo de determinada manera, eso fue un poco complicado, pero, poco a poco, aprendimos a trabajar como unidad. Trabajar bajo presión también fue una de las cosas que aprendí, por el hecho de que todo tenía que salir bien, los niños eran nuestros críticos y, ellos no tienen filtros y te dicen lo que sucede tal cual; en otras palabras, son un jurado difícil de convencer y, cabe destacar que, la práctica comunitaria la realizamos por ellos y para ellos, así que el hacerla amena, divertida y, sobre todo, significativa, fue los más importante durante todo el proceso. A continuación, desarrollé la empatía, tanto con los miembros del equipo, como con los niños, ya que todos tenemos posturas y realidades completamente distintas, todos tenemos carismas y formas de comportarnos únicas, por ejemplo, si había un niño introvertido, uno tenía que ponerse en su lugar, hablarle de manera adecuada y motivarlo a que continúe con la actividad que se estaba realizando, caso contrario, a los niños más extrovertidos se tenía que, de cierta manera, captar su atención en lo que queríamos transmitir. Recordando que Oros y Fontana (2015) enuncian que “los niños empáticos, especialmente aquellos que manifiestan respuestas afectivas apropiadas, buena autoconciencia emocional y alta regulación empática, tienen una probabilidad mayor de poner en marcha habilidades sociales adecuadas”. Esta empatía conllevó, a su vez, a desarrollar la escucha activa, debido a que los niños plasman su mundo cuando conversan e interactúan, en el salón, cada integrante del equipo tenía a su cargo a un grupo de 5 o 6 niños, y en cada sesión teníamos que hacer que todos participen, que todos den su respectiva opinión; es decir, escuchábamos activamente a nuestros grupos pequeños, para no soslayar la postura de ninguno de ellos. Por otro lado, también desarrollé más mi paciencia, como lo dije anteriormente, hace mucho tiempo que no interactúo con niños, por lo que estuve acostumbrado a que las cosas se den de cierto modo, con la seriedad del asunto, pero al interactuar con niños, nuevamente, tuve que abrir mi mente y desarrollar mi paciencia mucho más. También, dejé de usar tecnicismos para expresarme, muchas veces uno suele acostumbrarse a hablar o escribir de determinada manera, pero es en estos casos cuando uno debe expresarse con un lenguaje sencillo y preciso, para que los niños puedan recibir la totalidad del mensaje sin alguna clase de interferencia. Posteriormente, y como ya mencioné, para poder realizar todas estas actividades de manera óptima, junto a mi equipo, tuve que planificar todo a detalle, ya que los niños eran nuestros jueces y teníamos que darles lo mejor, en bien de su salud y la de su entorno.

Por último, al finalizar las sesiones y al verificar que los niños aprendieron bastante, les otorgamos su certificado oficial de GUARDIANES DEL AGUA, fue un momento para recordar, todos los niños estaban felices. Noté que los niños progresaron en su cambio de prácticas, pero, al mismo tiempo, me di cuenta que yo también progresé como persona, como estudiante y como futuro médico.


En conclusión, aprendí muchas cosas gracias a la práctica comunitaria, entre ellas se encuentran: trabajar en equipo, trabajar bajo presión, desarrollar la empatía y la escucha activa, fortalecer la paciencia, comunicarme de manera eficiente y planificar las sesiones, es decir, ser más organizado. Es por todo ello que, gracias al curso de Lenguaje y Comunicación, logré desarrollarme más como persona, estudiante y futuro médico. Realicé actividades que me ayudaron a saber expresarme y comunicarme; vale decir, a dejarme entender por las personas con las que interactúo (algo que me ayudará muchísimo con los futuros pacientes). Gracias al curso, pude ver al mundo desde una perspectiva que había soslayado hace mucho tiempo, a ver al mundo con ojos de niño y tener una visión esperanzadora del mundo.



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:


Gandía, R. (2013). La sonrisa del profesor en la Educación Infantil: una revisión teórica. [Tesis de maestría]. Universidad Internacional de La Rioja. Valencia, España.

Oros, L., Fontana, A. (2015). Niños socialmente hábiles: ¿Cuánto influyen la empatía y las emociones positivas? Interdisciplianaria. 32(1), 109-125.



Wálter Torres Velásquez

E.A.P. Medicina Humana

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